Así. Sin más. Llevaba cinco días con él y me asaltaron. Qué poco dramático es el primer asalto de la vida. ¿O el de alguien ha sido bueno?
Qué decepción, y yo que tanto halagaba el ingenio de los cerdos para tragar. Aunque estoy más decepcionado de mi torpeza. Y de mi materialismo mecánico, todavía hubiera sido un disco, ahí sí que me muero, pero chs, emputa. Lo peor es que era un regalo.
Ahora bien; piensa en la peor rabia que alguna vez haya logrado infestar tu cabeza, multiplícala por las veces que le has deseado la más dolorosa de las muertes a cualquiera de esas aberraciones sarcásticas de la realidad y aun así no tendrías una idea cercana del odio que me arrancaron con sus miradas estériles de animal en celo, sus disfraces de bufón deforme, su pinche aliento caníbal, esa maldita podredumbre que te clavan para enfermarte hasta la vergüenza mientras te lamen y te escupen y te llenan de ansiedad fría. Fría como la chingada. Helada como la fosa común en la que se ahogan a cada momento sus asquerosos miembros, más parecidos a gusanos muertos de asco por sí mismos que a cosa alguna relacionada con humanidad.
Mi más sincero asco. Puercos. Putos. Pendejetes.
(antes político gringo que policía mexicano)